Hemos caído en la falsa creencia de que los signos del zodíaco imprimen carácter a los planetas cada vez que estos los transitan, pero no es así. Son los planetas los que aportan la energía y las cualidades necesarias a cada signo zodiacal. Los signos no ejercen influencia sobre los planetas, sino que son meros receptores de las características planetarias. Esta distorsión teórica lleva aparejados planteamientos erróneos en la interpretación astrológica, donde se tiende a sobrevalorar el papel de los signos como agentes activos, cuando en realidad su función es receptiva y dependiente.
Sin embargo, seguimos tiñendo con los colores zodiacales a cada planeta cuando recorre un determinado signo, sin darnos cuenta de que el verdadero núcleo de la astrología son los planetas y las relaciones que establecen entre ellos a través de los aspectos y sus correspondientes ciclos planetarios. Son estos los que contienen el abanico de colores que otorgan mayor o menor intensidad a cada uno de los signos zodiacales, moldeando las características básicas de estos doce arquetipos del zodíaco. Por ejemplo, cuando la Luna se encuentra situada en el gráfico natal en el signo de Aries o transita este signo zodiacal, las características inherentes que tiene la Luna, como son la receptividad, la emotividad, la protección, el acercamiento y la familiaridad, entre otros conceptos, impregnan al signo de Aries de esos valores, haciendo que la fuerza individualista e impulsiva ligada al signo se refresque con la energía motora de la Luna. En este caso, el acercamiento hacia los demás y la empatía se vuelven mucho más perceptibles por la propia presencia del satélite de la Tierra. Podríamos decir que la aridez propia del signo de Aries queda empapada por la lluvia fresca que ha traído la Luna al signo; este astro aplica e impregna de frescor a este signo de fuego, haciendo que la persona con una Luna en Aries sea más receptiva a la implicación con su prójimo o con los más allegados a su entorno más íntimo. Por lo tanto, las cualidades individualistas de las personas con una Luna en Aries son mucho menores. Sin embargo, hasta ahora le hemos dado más preponderancia al signo zodiacal que al planeta. Por ese motivo, los signos actúan como lienzos que reflejan las pinceladas energéticas de los planetas en movimiento, no a la inversa, como se hace frecuentemente, a nivel interpretativo.
Sin ellos, sin los planetas (incluyendo al Sol y la Luna), el zodíaco carecería de sentido, al igual que un reloj sin sus correspondientes manecillas. Las horas marcadas en su esfera serían inútiles si no hubiera un mecanismo en funcionamiento que indicara el tiempo; sin esas manecillas, el reloj no tendría razón de ser a nivel práctico, y las horas representadas por esos números, menos aún. De manera similar, los signos zodiacales, sin la interacción planetaria, serían meras divisiones vacías en el cielo, carentes de propósito o significado astrológico, como un mapa sin caminos trazados.
Por lo tanto, un signo zodiacal no puede condicionar las características de un planeta. La pregunta que debemos reformular es la siguiente: ¿qué aporta un planeta cada vez que transita un signo zodiacal? Y no seguir haciendo la pregunta de siempre: ¿qué va a aportar un signo zodiacal cada vez que un planeta lo transita? Esta inversión en el enfoque nos invita a explorar cómo, por ejemplo, Marte aporta acción, iniciativa y determinación al transitar Aries, intensificando su energía de impulso y liderazgo, en lugar de asumir que es Aries quien dota a Marte de su carácter combativo y enérgico. Es el planeta el que activa y da forma a las cualidades del signo, no al revés. Es un cambio de perspectiva que realinea nuestra comprensión de la dinámica celeste.
Los signos zodiacales son receptores de la energía de los planetas; no son los órganos motores del gráfico natal ni de la astrología en general. La astrología no existiría sin los planetas. Hemos "zodiacalizado" tanto la astrología como fuente de respuesta astrológica, relegando a un segundo plano a los planetas, que son el pilar fundamental de esta disciplina. Esta tendencia ha generado una cultura astrológica superficial, donde los horóscopos populares se centran en los signos solares, ignorando la complejidad de las posiciones planetarias y sus interacciones. Es vital y necesario darle el protagonismo a los planetas y no seguir adornando un riguroso análisis o interpretación astrológica basado, como hemos hecho hasta ahora, en las características esenciales, ya conocidas, de sobras por todos nosotros, de los doce signos del zodíaco, repitiéndolas hasta la saciedad como si fuera un mantra.
Es evidente que la astrología puede sobrevivir sin los signos del zodíaco, pero sucumbiría si no estuvieran los planetas del sistema solar junto al Sol y la Luna. El zodíaco se convertiría en un ente inanimado, estéril en su esencia.