Uno de los fenómenos celestiales más fascinantes y recurrentes es la lluvia de estrellas, un espectáculo que ha cautivado la atención de nuestra especie desde tiempos inmemoriales. Este fenómeno, también conocido como lluvia de meteoros, se desencadena cuando la Tierra cruza la órbita de un cometa, dando lugar a la entrada de estas partículas cósmicas en nuestra atmósfera. En estas breves pero intensas exhibiciones de luz, la ciencia encuentra la oportunidad de desentrañar los origenes de la formación del Sistema Solar y la composición de estos visitantes celestiales.
Son conocidas popularmente como lluvia de estrellas o estrellas fugaces, pero ese apelativo no significa que estos objetos astronómicos situados a años luz de nuestro planeta se precipiten en la atmósfera terrestre. La realidad es otra. Una lluvia de estrellas sucede cuando la Tierra, en su recorrido orbital, pasa cerca de la zona o trayecto con los restos de partículas de hielo o polvo que pierden un cometa o asteroide después de su máximo acercamiento al Sol, y se conoce como cuerpo progenitor.
Los fragmentos suelen tener el tamaño de una partícula de polvo o pueden ser tan grandes como una roca, y se precipitan o ingresan a la atmósfera terrestre a una gran velocidad, aumentando drásticamente su temperatura debido a la fricción con el aire, lo que provoca ese efecto lumínico al desintegrarse en cuestión de segundos. De ahí que los meteoros sean conocidos popularmente como estrellas fugaces o lluvia de estrellas, pero en realidad correspondería llamarlos lluvia de meteoros.
El nombre que reciben las lluvias de estrellas procede de la constelación desde la que aparecen los meteoros en el cielo nocturno vistos desde la Tierra. Dicha zona o región es conocida como radiante, ya que desde esa franja podemos percibir tan bello espectáculo celeste.
Otra característica interesante de las lluvias de meteoros es que, aunque parecen originarse de un mismo punto en el cielo, los meteoros pueden ser de diferentes edades y cometas. Por ejemplo, las Gemínidas no provienen de un cometa, sino del asteroide 3200 Phaethon, lo que hace que su composición y su aspecto sean diferentes de otras lluvias.