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Febrero 2025   Edición nº: 32


El baile del Sol

Juanjo Delgado | Tenerife | 07.03.2022 | 12:32 hrs.

 

Opiniones e Ideas: 

El baile del Sol

Solsticio de Verano, Pirámides de Güímar

Hace unos años tuve la inmensa suerte de poder presenciar algo verdaderamente espectacular y único: El baile del Sol. Concretamente fue el 22 de Junio de 1997. Y no es que pilláramos, en plan “paparazzi”, al buen astro rey de vacaciones y desmelenado en un “after-hours”, muy al contrario fue justo en los días en que comienza su época de mayor trabajo de todo el año: los días del Solsticio de Verano. Parecía que aquel veranillo venía con ganas de dar mucha guerra.


Aquel día habíamos estado en una excursión en el sur de Tenerife, compartiendo unas horas con D. Alejandro (testigo directo, en su juventud, de los famosos fenómenos Poltergeist de la Casa de Frías). Regresamos a Güímar justo a tiempo de presenciar la “doble puesta de sol” que se produce esos días al atardecer. Llegamos hasta el punto indicado (el cual está situado fuera del Parque Etnográfico de las Pirámides en Güímar, Tenerife) y esperamos apenas unos minutos a que el Sol estuviera a punto de ocultarse tras las montañas por primera vez, cuando en esos momentos de máxima expectación alguien comentó que el Sol había comenzado o cambiar y parecía “vibrar”, todos estábamos mirándolo con gafas especiales para la ocasión. Inconscientemente retiré las gafas de mis ojos para fijarme mejor, sin pararme a pensar que podía “quemarme la vista” con aquel peligroso gesto. Y efectivamente, algo parecía hacer “vibrar la imagen solar” en algún punto entre mis ojos y el propio astro rey.


Poco a poco, todos nos fuimos quitando las gafas protectoras. -Así se ve mejor – se oía comentar a todos. 


Indudablemente el perfil solar, y quiero destacar que el cielo estaba totalmente libre de nubosidad, pareció primero vibrar y acto seguido comenzó como a “oscilar-orbitar sobre su eje central”. Es muy difícil de describir, pero fue como si el punto central del circulo solar se hubiese desplazado un poco hacia un lateral y todo el disco empezara a girar sobre aquel nuevo punto central, girando al mismo tiempo que su imagen vibraba. Pero si esto ciertamente nos causó una fascinación visual difícil de comparar con otra cosa, no fue menos fascinante cuando caímos en la cuenta de que estábamos mirando al Sol directamente con los ojos, sin protección alguna, que llevábamos haciéndolo durante los últimos minutos y que no pasaba NADA, no nos molestaba en absoluto. Nadie notaba ni el mínimo signo de que eso nos estuviese dañando los ojos, es más los pocos que aún tenían las gafas puestas, al oírnos comentar esto último se las quitaron y comentaron que tampoco les molestaba la luz del Sol. Podíamos mirar la superficie del Sol directamente, cara a cara, como posiblemente muy pocas personas habrán podido hacerlo alguna vez. Y allí nos quedamos absortos en aquel espectáculo, hasta que alguien comentó que nos fijásemos en la temperatura del aire en el momento en que se ocultase el Sol, tras la montaña. En aquel momento comenzó a ocultarse por primera vez tras el “Pico de Cho Marcial” y a todos nos sorprendió mucho que en ese preciso instante la temperatura o tal vez sólo la sensación térmica del aire, bajó varios grados. A la vez que, mientras se ocultaba tras la montaña el disco solar, vimos salir o mejor dicho irradiar desde él, una infinidad de destellos o como chispazos que se disolvían en el cielo azul que rodeaba la zona del atardecer, semejantes a las de las bengalas de los cumpleaños. Para momentos mas tarde, como ocurre siempre en esas fechas, volver a verse parte del disco solar, aparecer fugazmente tras los “aserrados” cortes del “Pico de Cho Marcial”. 


No salíamos de nuestro asombro. Aquello nos desbordaba, nos había impactado sin aviso previo y creo que todos los presentes tenemos muy guardado en nuestros corazones la primera vez que vimos como el Sol bailaba. Ahora entiendo el porqué los Guanches escogieron ese día y ese preciso lugar para festejar el inicio de su Año Nuevo. 


Para todos nosotros aquello supuso un revulsivo en nuestras vidas, algo que nos cargó de energía para seguir adelante teniendo la certeza, de que en algunas ocasiones hasta las cosas más consolidadas e inamovibles pueden no serlo tanto como creíamos.



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