El 4 de abril de 1968, un disparo silenció una de las voces más influyentes en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Martin Luther King Jr. cayó en el balcón del motel Lorraine, en Memphis. Habían matado al hombre que reivindicó igualdad de condiciones para una minoría de ciudadanos que eran marginados y humillados por el color de su piel. Su muerte no solo generó indignación, sino que también provocó protestas y disturbios en varias ciudades, reflejando la tensión racial que aún dividía a la nación. A pesar de los esfuerzos por acallar su voz, su mensaje sigue hoy muy presente, recordando aquella frase memorable: "Yo tengo un sueño...". La historia de su muerte sigue generando preguntas y teorías, manteniendo vivo el debate sobre lo que realmente ocurrió aquella tarde en Memphis, y quienes estuvieron detrás de su asesinato.
El asesinato de Antonio Cánovas del Castillo, ocurrido el 8 de agosto de 1897, conmocionó a España y tuvo repercusiones internacionales. Cánovas, arquitecto del sistema de la Restauración borbónica, se encontraba descansando en el balneario de Santa Águeda, en Mondragón (Guipúzcoa), cuando fue atacado por el anarquista italiano Michele Angiolillo.
Angiolillo, que había ingresado en España con documentación falsa, buscaba vengar la represión ejercida contra anarquistas tras el atentado del Corpus Christi de 1896 en Barcelona. Durante días, estudió los movimientos de Cánovas hasta encontrar el momento propicio para actuar. En la mañana del 8 de agosto, mientras el político leía la prensa en una galería del balneario, Angiolillo se acercó y disparó tres veces. Cánovas falleció poco después, dejando un vacío en el gobierno de España.
El magnicidio desató una ola de reacciones. La regente María Cristina nombró de inmediato a Práxedes Mateo Sagasta como sucesor, garantizando la continuidad del sistema político. En el plano internacional, el atentado reforzó la percepción de la amenaza anarquista, lo que llevó a una mayor coordinación policial entre países europeos.
Angiolillo fue detenido en el acto y sometido a un juicio rápido. Durante el proceso, justificó su acción como un acto de justicia frente a la represión estatal. Fue condenado a muerte y ejecutado en el garrote vil el 19 de agosto de 1897, apenas once días después del asesinato.
El magnicidio de Cánovas no solo alteró la política española del momento, sino que también reflejó el clima de tensión social y la lucha entre el anarquismo y el poder establecido. La represión de los movimientos anarquistas se intensificó, y el suceso sirvió de advertencia sobre la fragilidad de los gobiernos frente a la acción directa de sus detractores.